Después de tres días de aventura por el Canal du Rhône, superado el «accidentado» paso por la Laguna de Thau, entramos, por fin, en el Canal du Midi. Nuestro cuarto día de navegación transcurre entre las localidades de Marseillan hasta Agde.
Tras el parón de la fiesta nacional del 14 de julio, todo regresa a la normalidad en Francia.
Hemos pasado suficiente tiempo en Marseillan junto a nuestros nuevos «amigos», los yates de super lujo, con quienes hemos compartido vecindad en el puerto de la localidad ribereña.
El día ha amanecido con fuerte viento. Aún quedan unos kilómetros de navegación por la laguna hasta llegar a la Ponte des Onglous, inicio oficial del Midi.
Un faro a los lejos nos indica la entrada. Eso nos hace sentir más tranquilos aunque la péniche vuelve a moverse con el fuerte viento.
Para evitar sustos innecesarios, decidimos navegar pegados a la orilla para evitar el oleaje provocado por las grandes embarcaciones.

Por fin llegamos al Canal du Midi
En cuanto llegamos a Onglous sentimos serenidad y tranquilidad. Entramos en un camino plácido, de aguas mansa. Ahora la navegación es relajada.
El paisaje es bellísimo, volvemos a estar rodeados de agua debido a la laguna de Bagnas que queda a nuestra derecha. No podemos evitar sonreír y la péniche se siente como pez en el agua en el manso canal.
Lo que parece una gran travesía no es más que un recorrido de unos quince kilómetros entre las dos localidades. El lento fluir hace que pierdas la noción del tiempo. Solo te dejas mecer por las tranquilas aguas y disfrutas del paisaje.
A mitad del camino notamos el cambio de color de las aguas, el ensanche del canal y el asilvestramiento de las orillas.
‘Hérault nos sale al paso, durante un breve espacio de tiempo, el canal y el río son un solo flujo de agua por donde transcurre una plácida navegación.
Después de las aventuras vividas en el Canal du Rhône, este canal nos parece «de juguete», pero, no hay que dejarse llevar por las apariencias, el Midi siempre sorprende.

El canal y las esclusas
La navegación por el Midi salva una buena cantidad de esclusas ¡Nos habíamos olvidado de ellas!
Por suerte, la primera es pequeña y cuenta con un esclusero que facilita la tarea. Más adelante atravesamos la segunda sin necesidad de parar.
En general, el paso de las esclusas no es complicado y siempre hay alguien dispuesto a echarte una mano.
Con dos personas en el barco, como es nuestro caso, a veces resulta un desafío y acabas cansada, pero, todo forma parte de la aventura del canal. Gracias a las esclusas no se convierte en un recorrido monótono.
Una buena recomendación es llevar unos guantes fuertes. El roce de las maromas para sujetar la embarcación durante el paso de las esclusas acaba produciendo llagas en los dedos.

El proceso es sencillo.
Cuando vas llegando a una esclusa, normalmente las ves a lo lejos, encuentras una señalización similar a los semáforos, con luces de color verde (puedes pasar sin problema, esclusa apta para la navegación), color naranja (la esclusa está a punto de abrirse para nosotros) y rojo (parada obligatoria porque no tenemos prioridad de paso).
Hay indicaciones intermedias, como cuando se pone a la vez en rojo y verde, señalando que se está preparando para nuestro paso. En esos momentos hay que estar atentos para evitar posibles accidentes.
La esclusa redonda de Agde
Tras unas cuantas curvas, aparece ante nuestros ojos el perfil de la ciudad de Agde, con ella, una de las obras de ingeniería más apreciadas del canal, la esclusa redonda, única de estas características en todo el país.
El semáforo está en rojo. Me toca saltar a tierra para hacer amarre y esperar. Este simple gesto puede ser peligroso porque si no saltas bien puedes caerte al agua o tener alguna torcedura.
Amarramos la péniche y nos acercarnos a contemplar el espectáculo que supone esta obra de ingeniería donde confluyen tres vías de agua.
Merece la pena observar como se abren puertas, entran barcos, cierran puertas. El agua comienza a subir moviendo las embarcaciones como barquitos de papel.
Y como si de un ascensor se tratara, el barco sube y sube hasta que se pone a nivel del canal que atraviesa. ¡Que ingeniosa solución!

Adge, la perla negra del Mediterráneo
La parada ha sido la excusa perfecta para quedarnos aquí y visitar «La Perla negra del Mediterráneo».
Tras dejar bien amarrada nuestra embarcación, llegamos andando hasta la ciudad sin problemas desde el embarcadero. Paseamos por el casco antiguo de Agde y descubrimos parte de su interesante pasado.
Agde fue importante puerto griego (siglo VI a.C.), conocido como Agathé Tyché (La Buena Fortuna).
Su apodo actual hace alusión a sus edificios de roca basáltica (de color negro) y a su origen volcánico.
La ciudad se complementa con el centro vacacional del Cap d’Agde (Cabo de Agde), creado en 1970 que ha contribuido de manera excepcional a su fama como destino vacacional en el sur de Francia.
El Cap d’Agde resulta un interesante destino debido a su oferta de ocio y salud, ya que cuenta con una serie de balnearios y es muy apreciado por el turismo familiar.
Agde es mundialmente conocida por sus espacios reservados a la cultura nudista con zonas restringidas para los amantes de la vida natural.
Es imprescindible pasear por su interesante casco antiguo que discurre unido al Hérault, sobre cuyas aguas se refleja la bella y enigmática perla negra.
La ciudad tiene el típico ambiente mediterráneo con calles repletas de bonitos comercios, terrazas, restaurantes, adornos festivos y locales de ocio que se multiplican por la rivera gauche del río.
Seguimos caminando y nos sorprende la información sobre el Cabo de Agde. Tomamos un autobús urbano y llegamos hasta allí.

– Cap d’Agde
El lugar es eminentemente turístico, el típico sitio de las zonas costeras mediterráneas. Las vistas al mar son excepcionales.
Decidimos subir a Coche d’Eau, una pequeña barca de recreo que realiza visitas guiadas por el Étang del Luno. El recorrido es también un medio de transporte que utilizan los habitantes de la zona para moverse entre lass pequeñas islas y el parque Aqualand.
El paseo cuenta con una voz en off que indica los puntos más sobresalientes de la pequeña albufera.

El paseo no llega a una hora de duración. Las imágenes de la laguna son muy bellas y el trayecto es relajado, sintiendo a cada momento el aire fresco del Mediterráneo.
Una vez acabada la experiencia regresamos a la pequeña ciudad para terminar de visitar su casco antiguo y terminar nuestra jornada cenando en un coqueto restaurante de autor junto al apacible Hérault.
En el embarcadero nos espera nuestra péniche, para una noche más, merecer nuestro sueño dulcemente al compás del agua.
Próxima parada: Béziers, la ciudad cátara
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