Lo reconocemos, lo nuestro con Paradores es un amor incondicional.
Será por los exquisitos lugares en los que se sitúan, por la magnitud histórica de los edificios, por su apuesta por la gastronomía local o por su compromiso con el turismo sostenible.
Sea lo que sea, los paradores consiguen que olvidemos nuestro cariño por el couchsurfing. Cuando viajamos a una localidad donde hay uno, allí que nos alojamos.
En esta ocasión, gracias a la invitación recibida por el equipo de Agrotravel para conocer los productos turísticos sostenibles que ofrece la comarca de La Llanada Alavesa, me alojé en el Parador de Argómaniz, situado a tan solo 12 kilómetros de Vitoria-Gasteiz.

Antiguo palacio renacentista de los Larrea, actual Parador de Argómaniz
El Parador de Argómaniz es un edificio de bellos contrastes. En el viejo palacio renacentista de los Larrea (siglo XVII) se sitúan la recepción, salas de estar, bar y restaurante. El edificio moderno añadido, se reserva a las confortables habitaciones.
El parador sobresale en la parte más alta de la pequeña localidad de Argómaniz. Es una interesante opción para alojarse tanto si visitas Vitoria como si realizas rutas por la Llanada Alavesa o La Rioja Alavesa.
Muy cerca también de Sierra Gorbea y del pantano Ullibarri Gamboa conocido como el mar de Álava. Su entorno natural invita al tranquilo y relajante paseo.
Nunca había oído hablar de este parador, igual que nunca había escuchado nada sobre la Llanada Alavesa.
La ecoruta de tres día por este territorio ha conseguido que vuelva a casa enamorada de una desconocida zona de Euskadi, repleta de tradiciones, exquisita gastronomía, historia e infinitos paisajes que se mueven entre las sierras y las extensas praderas, sin olvidar su riqueza humana.
Además de las confortables habitaciones, del relax que produce sentarse en su terraza o en las estancias dedicadas a la lectura, el parador de Argómanoz cuenta con el restaurante Aletegui, ubicado en la última planta del viejo palacio.
Una amplia estancia de bellos techos de madera y pequeñas ventanas tipo ojo de buey que desvían tu mirada hacia el mágico entorno que rodea al parador.
La carta nos presenta platos típicos de la región, especialidades alavesas elaboradoras con productos locales como el Queso Idiazabal.
Sobresalen los platos de temporada, realizados en base a productos frescos que solo se encuentran en una estación conreta del año, como las setas o la Goxua.
Todo ello regado con exquisitos caldos de La Rioja Alavesa. En mi caso, agradezco el esfuerzo para salirse de la carta y elaborarme platos veganos.
Un sueño reparador es el final perfecto a un día de ruta por la llanura alavesa.
Otra de las razones por las que nos gustan tanto los paradores son por los variados y saludables desayunos. En ellos destacan los productos locales.
La estancia en este parador ha sido una grata experiencia que espero repetir con Carmelo quien en esta ocasión no me acompaña.
¿Cómo no sentirte bien cuando te alojas en un lugar repleto de historia? Te cuento una curiosidad. Dicen, cuentan, se rumorea, que hasta el mísmisimo Napoleón descansó en este palacio el día previo a la invasión a Vitoria.
¡Por suerte, no me he topado con su fantasma!
Nota de autora: Este artículo forma parte del blogtrip #LlanadaAlavesa. Nuestras opiniones son independientes y se basan en nuestra propia experiencia. Damos las gracias a Susana Conde de Agrotravel Turismo Responsable por su invitación. Este tipo de colaboraciones nos permite seguir adelante con nuestro proyecto viajero.
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