Todo viaje tiene un final…¡ohhhhhh!, y nuestra ruta por la Selva Negra finalizó un bonito día de principios de setiembre, eso sí, sin dejar pasar la oportunidad de visitar la capital de la zona , considerada una de las ciudades más bellas de Alemania, Friburgo.
Hospedados en un magnífico apartamento en pleno corazón de la Selva Negra, en la localidad de Baiersbronn, el periplo por esta cautivadora zona llegó a su fin.
Baiersbronn pasa desapercibida para el turismo de masas ya que no es una localidad «interesante» respecto a patrimonio o arquitectura.
Sin embargo entre los alemanes es uno de los destinos turísticos más «golosos» ya que en su término se sitúan tres restaurantes que acaparan ocho estrellas Michelin, siendo la capital de la Alta Cocina alemana.
Y no solo eso, desde Baiersbronn parten interesantes rutas de senderismo y su paisaje es bellísimo, ya que está situada en pleno valle.
Como en el resto de localidades que hemos visitado en la Selva Negra, desde las oficinas de turismo ofrecen atractivas opciones y aprovechan enseguida cualquier característica para hacer una interesante campaña.
La conjugación de arte culinario y senderismo ha derivado en el programa «Cielo del Senderismo Culinario» donde las propuestas gastronómicas y de naturaleza son muy atractivas.
La oficina de información turística es una de las más modernas, bellas e interesantes de Alemania con un innovador diseño que se basa en las características y peculiaridades de la Selva Negra.
Baiersbroon ha sido nuestro «campamento base» a lo largo de los seis jornadas. Despertar cada día con las vistas que teníamos desde el apartamento ha sido un regalo.
Las mañanas se presentaban brumosas. Las nubes bajas juegan con las típicas casas de madera y tejados rojos.
Poco a poco el sol aparecía, tímidamente y el efecto era tan hipnótico que hacia imposible apartar la mirada.
Tras recorrer los puntos más interesantes de la zona, tocó recoger y abandonar el paraíso verde, no sin antes deambular por el mercadillo de piezas vintage y coleccionismo que ocupa el centro de la animada localidad.
Nuestro destino para la última jornada en Alemania fue Friburgo. El día se presentaba soleado y caluroso cuando nos pusimos de nuevo en carretera, disfrutando de los paisajes de cuento de la Selva Negra.
Con mucha ilusión por delante ya que la ciudad selvanegrina estaba en nuestra agenda desde hacia tiempo.
Pero un pequeño desvío en el camino y un parón de más de una hora debido a un accidente hicieron que llegáramos pasado el mediodía justo para comer.
La preciosa localidad de Schiltach, nos cautivó al pasar por su centro histórico, parecía como si hubiéramos hecho un viaje en el tiempo, como si acabáramos de entrar en algún cuento.
Teníamos el tiempo justo y decidimos no parar pero…, una interesante iglesia y una sucesión de museos a las afueras nos hicieron caer en la tentación.
La tónica con los dos museos era la misma que con el resto de los visitados a lo largo de los últimos días, un precio irrisorio para la calidad de los mismos o, sencillamente, de entrada libre y gratuita como era el caso.
El museo aserradero, Schüttesäjemuseum, nos cuenta los antiguos oficios de la localidad, nos habla del aprovechamiento de los dos ríos locales para la importante industria de la madera y del cuero.
Inundan el local una serie de piezas recogidas entre los vecinos y recuperación de patrimonio arquitectónico en un profundo respeto por las tradiciones.
Realmente nos pasamos más tiempo del deseado disfrutando de estos museos y una entretenida charla con el responsable nos hizo partir con retraso.
Friburgo nos esperaba y solo teníamos ese día para visitarla. La carretera hasta la ciudad seguía la norma, bellos bosques, pueblos que salpican los laterales, aserraderos.
Por fin habíamos cogido el ritmo hasta que un lamentable accidente nos tuvo parados más de una hora en medio de la nada. ¡Parecía que Friburgo nunca llegaría!
Después de reponer fuerzas en un improvisado picnic en una de las innumerables fuentes de la ciudad, comenzamos nuestro paseo por el centro histórico de Friburgo.
Primera parada y obligatoria, la Catedral. ¡Uffff miras para arriba y miras y miras…, y de golpe casi con tortícolis! Ciento dieciséis metros de altura de su campanario tienen la culpa.
Sin dudarlo una de las más bellas del país con una ubicación ideal en el centro de la Plaza donde se desarrolla cada día, a excepción de los domingos, el mercado de productos locales.
Friburgo rebosa por sus cuatro costados de humor, alegría y dolce vita.
Quizás el hecho de ser la ciudad más calurosa de Alemania le otorga un estilo muy mediterráneo de alegre vida en la calle, en sus repletas terrazas y ambientadas plazas que salen a tu encuentro por todas partes.
Con tiempo para poco, decidimos entrar en la obra cumbre de la ciudad. Dentro, una explosión de colores laterales contrasta con su oscuridad y tus ojos tardan en acostumbrarse a los contrastes.
Infinitas vidrieras delicadamente trabajadas captan tu atención.
La visita a la Catedral consumió el tiempo que nos quedaba y tras dar un corto paseo por el resto del centro decidimos poner rumbo de vuelta a casa. Nos esperaban muchos kilómetros hasta llegar a Barcelona.
Sin dudarlo, Friburgo ha vuelto a nuestra agenda de «pendientes» por lo que vimos nos encantó, sobre todo el poder disfrutar de lo animado de sus calles y de la peculiar arquitectura de sus edificios.
La Selva Negra ha supuesto algo muy especial porque aquí iniciamos nuestro proyecto ¿Donde Vamos Eva?
¡Prometemos volver! ya que el periplo se nos hizo muy corto y necesitamos disfrutar tranquilamente de muchas de las poblaciones por las que pasamos.
Qué buena pinta tiene Braiensbronn! Desde luego, todo un descubrimiento 🙂
Hola Diana,
realmente así ha sido. Baiersbronn es un lugar para desconectar y sobre todo un buen punto de referencia para cualquier ruta por la Selva Negra!
Saludos
¡Qué bonito! Cuando fuimos a Friburgo llovía, y no disfrutamos ni apreciamos para nada la ciudad 🙁 La tenemos en nuestra lista de «a repetir».
Es cierto tu comentario de que hay lugares que no son «turísticamente atractivos» por determinados motivos, pero sentarse a tomar una cerveza o lo que sea en cualquier pueblito perdido de la Selva Negra, tiene muchísimo atractivo.
¡Me ha gustado mucho tu post!
Gracias Ana,
La verdad que la lluvia desluce bastante un lugar cuando se viaja, pero a veces hay que sacarle el lado positivo ;-). Nosotros llegamos demasiado tarde y por ello tenemos que volver a disfrutarla con calma!.
Gracias por pasarte por el blog y por tu comentario.
¡Saludos!
Preciosa la ciudad de Friburgo y toda la selva negra. Me guardo estos posts, porque sería un posible viaje a realizar.
Pues si Jordi. Un recorrido interesante y a tener en cuenta. Si vas, no dudes en preguntarme.
Saludos!