Fahrenheit 451 es la temperatura a la que el papel de los libros se inflama y arde. Eso lo aprendimos todos con la película de mismo título dirigida en 1966 por François Truffaut, basada en la novela homónima de Ray Bradbury.
Pero también es el nombre de una de las librerías de la localidad valonesa de Redu.

El argumento de la película es bien conocido.
Año 2010, el objetivo de los bomberos no es apagar incendios sino quemar libros. Según el gobierno, leer hace infelices a los ciudadanos, les llena de angustias y de preguntas.
Quien lee piensa, analiza y cuestiona la vida, la realidad que le rodea. Así, el principal objetivo del gobierno es impedir el acceso a los libros y velar para que los ciudadanos sean felices, que no cuestionen sus actuaciones y rindan en sus trabajos.
En Redu pasa todo lo contrario, alrededor de veinte librerías se suceden en unas escasas calles.
Hemos llegado a esta pequeña localidad rodeada de bellos bosques, extensos campos y verdes prados atraídos por su slogan: «Redu, el pueblo del Libro», aunque después descubriremos que también es la «Ciudad del Espacio».

Sorprende al viajero, la cantidad de curiosidades que encierra la región belga de Valonia.
Tras cada curva o después de infinitas colinas, surgen pueblos floridos, otros catalogados como los más bellos, lugares cargados de misterios, de leyendas e inclusos de duras batallas.
El sempiterno color verde es un constante del paisaje valonés que te mece en un fresco y delirante sueño del que no quieres despertar.

Pero, ¿qué hace de Redu un lugar imprescindible para visitar? Posiblemente el reclamo de sus diecisiete librerías.
Redu es un pueblo muy pequeño, de apenas 400 habitantes que recibe unos 250000 visitantes anuales tras su nombramiento como Pueblo del Libro de Europa.
Uno llega hasta Redu esperando encontrar un paraíso perdido, o quizás el famoso «Cementerio de los libros olvidados» que Ruiz Zafón describió tan delicadamente en su novela «La Sombra del Viento».
Uno busca en Redu el momento preciso, la palabra concreta, el olor a papel, a viejos libros cargados de sabiduría.
Uno busca en Redu, valientes héroes apostados al frente de un negocio que parece abocado a la desaparición en la era de las nuevas tecnologías, donde a golpe de ipad, el libro se ve relegado al olvido.
Ni siquiera el propio Ray Bradbury, al escribir su novela Fahrenheit 451, imaginaba un mundo sin libros, un mundo virtual, donde el papel se amontona en vetustas y rígidas estanterías de penetrante olor a moho.

¿Porqué el pueblo del libro?
La historia de Redu como «pueblo del Libro Europeo» tiene como punto de partida el año 1984 durante las fiestas de Pasqua.
Noel Anselot, encabezó una idea que catapultó la localidad a los circuitos turísticos y literarios de Bélgica y Europa con la creación de una «exposición» de libros que llenó las calles de Redu.
Después, la recuperación de viejas casas de piedra abandonadas, de antiguos graneros llevó a Redu a vivir momentos de plenitud con más de veinticinco librerías y actividades culturales de todo tipo como por ejemplo, La Noche del Libro en el mes de agosto.
Actualmente, de todo aquel boom queda un interesante legado que se mantiene con el esfuerzo de los emprendedores que aún creen en el poder de los libros.
También se han sumado una serie de negocios como galerías, restaurantes y hoteles que mantienen la actividad de la localidad.

Nuestro paseo por Redu
Iniciamos la visita en la Maison du tourisme du Pays de la Haute-Lesse donde informan muy bien tanto de la localidad como del entorno. ¡Muy interesante por cierto!
Tras conseguir un plano con las diferentes librerías y puntos de interés señalizados damos un paseo por las contadas calles de Redu.
No todas las librerías están abiertas, la mayoría abre los fines de semana y fiestas.

Las librerías están especializadas. Una en concreto llama nuestra atención ya que contiene un pequeño museo de imprentas.
Al entrar nos recibe un estoico señor, de cara dura, pero amable. Las estanterías están repletas de libros sobre filosofía, pensamiento, política e incluso viajes, ahhhh, ¡qué paraíso!
Frases de Rousseau, Montesquieu o Julio Verne, entre otros, saludan al visitante.
«Si posee una biblioteca y un jardín, usted tiene todo aquello que necesita» nos recuerda Cicerón. Y así un letrero tras otro van recuperando a los grandes clásicos.

Más adelante, un cartel anuncia un taller artesanal de fabricación de papel.
En la parte de atrás de un elegante edificio de piedra, que en su momento fue la escuela, nos espera René Lefer un verdadero virtuoso de la fabricación de papel artesanal y de absoluto compromiso con el medio ambiente.
Sus materias primas son algodón, pantalones vaqueros reciclados y todo tipo de hierbas, flores y elementos encontrados en sus paseos por el entorno.

No sé el rato que hemos pasado junto a este artesano, disfrutando de su animada y emotiva charla.
Mientras explica el proceso del papel aprovecha para contar la historia del pueblo y su evolución a enclave de libros.
El no se rinde, a pesar de que en los últimos años se han cerrado varias librerías y algunas tienen el cartel de venta. ¡Cuánto se aprende a su lado!
Las creaciones de René son pura artesanía y siguen la tradición de antiguos maestros papeleros. Nos cuenta que tiene importantes clientes y que sus creaciones recorren el mundo.
No hay dos papeles iguales por lo que su exclusividad es un valor añadido. Papeles rudos, elegantes, de infinitos colores, transparentes o de color azul como los vaqueros reciclados que utiliza.
René hipnotiza con sus explicaciones, le acompañamos a la otra parte de su Atelier dedicado a la venta y exposición. Aquí se expone el trabajo finalizado.
El papel de colores inspira para crear infinitas obras literarias. Al final de la visita, René nos regala uno de sus exclusivos trabajos firmado, cosa que no suele hacer. ¡Por cierto las guardamos como si fuera oro!

Abandonamos el atelier muy emocionados, ahora deambulamos por pequeñas calles donde nos acompaña una preciosa arquitectura de piedra grisácea.
Pero el hambre hace acto de presencia y hacemos un alto para degustar la sabrosa cocina ardeniense.
En el Restaurant Brasserie Le Fournil comemos típicos platos de la zona como la Trucha Ardeniense junto a ricas cervezas belgas.

Lleno el estómago, seguimos el recorrido por las librerías. Redu es un pueblo pintoresco, bonito, rodeado de una excepcional naturaleza y eso hay que disfrutarlo con calma.
Además de las librerías hay algunas galerías, tiendas de productos locales y brasseries para degustar la rica cerveza belga.


La sorpresa final de nuestro paso por Redu ha sido descubrir que aquí se encuentran las instalaciones de la Agencia Espacial Europea (ESA).
Instalada desde 1968, contiene 43 antenas de seguimiento, en particular el sistema de navegación europeo GALILEO.

Redu nos ha dejado una magnífica impresión, al igual que su entorno.
No está muy lejos de Bruselas, pero recomendamos venir en coche para disfrutar del paisaje y parar en diferentes puntos de interés de la zona como por ejemplo el Euro Space Center, sobretodo si venís con niños.
Para más información podéis consultar la página de la Oficina de Turismo de Bélgica-Valonia a la que agradecemos la colaboración para realizar este viaje.
Vídeo de Redu
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Me encantaría visitar Valonia. Desconocía la existencia de libros, pero como ratoncillo de biblioteca que soy, debería ir pronto! Gracias por compartir estos lugares del mundo 😀
jajaj Diana, pues si eres un ratoncito de biblioteca, durbuy te encantará!!!. Gracias a ti por leer mis rinconcitos de Valonia 🙂
Un post muy interesante, parece mentira que un pueblo tan pequeño tenga tantas curiosidades, y sobre todo, tantas librerías 🙂
Pues si Meraviglia, la curiosidad pudo con nosotros y por eso fuimos hasta allí. Redu y su entorno son bellísimos y además está cargado de cultura literaria 🙂
Hermoso paisaje, buen sitio para ir de vacaciones.
Gracias Ninibeth, pues sí, una buena opción para unas tranquilas y bonitas vacaciones! Ánimate que Valonia es preciosa.
Me encantó el post, desconocía este hermoso lugar! entre las fotos, los libros y la comida no sabría con que quedarme. 🙂
Hola vir, muchas gracias :-). Pues solo te puede recomendar que vayas a Redu y te quedes con todo!! Merece la pena una visita a este bonito pueblo belga.
Hay tantos lugares que tenemos que descubrir y muchos de ellos tienen tanta esencia como este bello pueblo , sus campos , sus parajes , sus plato, cada lugar donde nos solo uno puede despejar la mente, también puede alimentar la imaginación ^.^
Si, exacto, esa es la idea The World, que la imaginación se dispare y entren inmensas ganas de viajar a estos lugares tan bonitos y desconocidos!. Un saludo y gracias por pasarte por nuestro blog!
Que pueblo más curioso!!! Un día me encantaría visitarlo!
Pues toma nota y ya sabes! a poner Redu en vuestra agenda viajera :-). Un abrazo