Camino a Irán, dejamos atrás occidente, donde la «sensatez» de ser egoísta es retransmitida a diario por los medios y el sentimiento de preocupación por mantener una cómoda vida se extiende al trabajo, a las calles, y lo peor, a las escuelas.
Volamos camino a Irán. Quiero conocer nuevas calles, nuevas caras, nuevos corazones que deseo encontrar más libres de vivir. No sé si será así.
Quiero tener esperanza de que este mundo merece ser salvado, que otra sociedad sea posible. Si fracaso en mi hallazgo, todavía me quedará Sudamérica.

Eva y yo viajamos camino a Irán con la intención de realizar un turismo colaborativo y sostenible.
Nos hemos propuesto que nuestro dinero llegue directamente a la gente local del país.
Desde las alturas, sobrevolando el norte de Córcega, con Cerdeña a la vista, apreciando tantos pueblos, tantos sitios singulares por conocer, me cuesta imaginar si tendré tiempo suficiente para visitarlos.
Todas esas culturas, tan ricas, tan únicas.
Este mundo necesita vivir sin miedos. No quiero odiar a quienes los crean, solo señalarles, denunciarles e intentar reeducarlos, porque si no, todo se irá al carajo.

El cielo a estas alturas tiene otro color. No es azul, hacia arriba es de un gris que advierte de la oscuridad del cosmos.
Otros aviones vuelan más abajo. La velocidad relativa les hace parecer misiles avanzando en contradirección.
Primera parada: Istambul. Puerta de dos mundos en un mismo planeta.
No deseo ganadores, pues habría vencidos con resentimiento. Deseo detener los miedos de occidente. ¿Los habrá en oriente?

El mundo se hace pequeño. Es como en Google maps. Todavía se distingue la costa de Napoles y ya asoma el Adriático.
¿Qué lleva a la gente a creerse propietarios de esa pequeña extensión de tierra llamada Italia? ¿Qué lleva a matar a otros semejantes por defenderla?
Cerramos las fronteras en occidente para evitar que se lleven… ¿el qué?
¿Nuestras carreteras? ¿nuestros perecederos edificios? ¿O es tal vez por proteger el bienestar de lo atesorado por nuestros ancestros?
Viajamos a Irán, donde por esa regla de tres tienen más que proteger, pues allí llevan más siglos creando bienestar, calles, casas, escuelas, hospitales.
¡Chao Italia! ¡Hola Grecia! Grecia, tanto diste, tanto creaste, y como yo, solo tienes deudas.
Se aprovecharon de ti los ladrones, los que temen no comer mañana y llenan sus despensas despertando estúpida envidia en sus vecinos.

Imposible ver la riqueza desde aquí arriba. ¿Se han hecho carreteras en Grecia? ¿Hay casas? ¿Hay escuelas? ¿No siguen dando frutos sus tierras?
¿Qué deben temer los griegos? Alguien pidió de más por ellos y ahora, en su vejez, puedan perder sus pensiones para pagar los prestamos de unos corruptos que solo pensaban en llenar sus despensas.
¿Se abrirán esas despensas, o nos empujarán a robarlas y hasta perder la vida en el intento?
Mientras, en mi casa, el ciruelo ha vuelto a dar frutos, la tomatera está creciendo… Una página escrita y tantos cultivos dejados atrás. Complejo mundo donde cada árbol tiene un celoso dueño.
Me gusta regalar tomates a mis visitas y dar de comer a cuantos llaman a mi puerta. Me cuesta entender el otro mundo.
¿En oriente serán también celosos de sus árboles? ¿O el tiempo de más que han tenido como civilización les habrá enseñado algo? ¡Ya veremos!

Nieve a mis pies, muy abajo, a muchos metros. Más abajo aún de las lejanas nubes.
Según la pantalla del avión sobrevolamos Kastoria. ¡¿Qué lugar es ese?! Cuanta ignorancia la mía.
Cuántos puntitos rojos entre tanto verde son tan importantes y llenos de historia.
Los lagos son charcos, las fincas pixeles de un tapiz cuadriculado que tejemos para ¿sobrevivir como especie? o tan solo para asegurar nuestra insignificante y particular despensa.
¡Un poco más arriba y se verían las estrellas! ¡Un poco más arriba y la Tierra se perdería de vista! Solo la luz de las estrellas capta nuestra atención ante el vacío Universo.
La verdadera riqueza obtenida en tantos años no son las casas, ni las carreteras, ni las centrales nucleares, ni los bancos.
Ahora tenemos conocimiento, un conocimiento Universal para que se puedan plantar patatas en el desierto y obtener energía infinita de los cuantos.
Y eso no está en ninguna caja fuerte o tras una protegida frontera. Lo tenemos todos al alcance de un click. Esa es mi esperanza para este planeta.
Olvidemos los robos y las injusticias. Perdonemos. ¡Vivamos! ¡Podemos! Que no nos engañen más.
No, aquello que veo no es la Gran Muralla China, tan solo son las crestas de unas montañas. Es más imponente la cercana autopista.
¡Pocas montañas verdes quedan ya que contrasten con la artificial alfombra humana de color marrón, naranja y roja.
El ángulo de la sombra de las nubes me dice que aquí es un poco más tarde de lo que indica mi reloj.
Unos toman el café de sobremesa y otros meriendan. Unos con el Sálvame y otros paseando por el parque. ¿Qué nos ha dejado de dar el parque que tan poco lo visitamos?

Pocas reflexiones, escasas letras, y el mar Negro aparece gris desde el Mediterráneo.
Mucha suciedad en el agua. Parece el polen de los chopos sobre mi piscina, pero estamos demasiado altos y ni imagino su composición.
Los barcos no llegan al tamaño de hojas y me dan ganas de pasar la red y encender la depuradora.
La costa, blanca, roja, con miles de casas apiñadas y sin árboles cercanos. Los barcos traen o llevan las ciruelas… ¡Extraño Jardín del Edén!
La luz parecía un avión que se acercaba, pero no, era el edificio de un tejado. Maravillosos tejados que facilitan localizar las mezquitas, joyas arquitectónicas que perduran.
El cielo es rojo, marrón, lejano, enorme. El horizonte se difumina con la contaminación. ¿O será kalima?

Ahora Europa, ahora Asia, de nuevo Europa para aterrizar y proseguir mañana nuestro camino a Irán.
Molinos de aire parados durante nuestra aproximación. Enormes bosques en la parte asiática que parecen vírgenes, que dan esperanza.
Cintia, una joven de Barcelona que viaja delante nuestro con destino Bahrain ha sido una bocanada de esperanza.
Otra persona despierta que ha iniciado el cambio en su vida. ¡Gracias Universo!
Media hora de retraso y el sueño pide paso. Respiro tranquilo, conozco mi destino y mis miedos continan dormidos.
¡Shh…! ¡Buenas noches Istambul, Teherán me dará un nuevo día! Seguimos camino a Irán.
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