Sobre un pequeño promontorio rocoso de la Ansa de la Baleta (Cala de la Baleta), con vistas panorámicas al Mediterráneo y al centro histórico de Collioure, se ubica el encantador Hotel Les Brunes Roches (las rocas marrones, en alusión al color del roquedal).
Su mimetismo con el entorno es impresionante, desde la calle no se ve.
Una verja con el letrero, un pequeño espacio para aparcar y una delicada pineda son la bienvenida.
Nada hace pensar que tras descender por unas escaleras o bajar por el ascensor, encontramos un pequeño paraíso de paz y bienestar.
A escasos quince minutos del casco histórico, el hotel es una excelente opción de alojamiento en tu visita a Collioure, preciosa localidad francesa situada entre mar y montaña.
Si buscas un rincón apartado del bullicio y de las miradas ajenas, pero a la vez próximo al amplio abanico de posibilidades que ofrece la Côte Vermeille, este es tu lugar.
Planazo para una escapada de fin de semana romántica, con amigos e incluso con la familia.

Les Roches Brunes nace de una historia de amor
Siempre nos gusta saber quién está detrás de cada lugar, qué llevó a alguien a poner en marcha un proyecto o cuàles son sus orígenes.
El Hotel Les Roches Brunes nos ha sorprendido con la historia de amor de sus propietarios, Isabelle y Cédric, una pareja parisina enamorados de Collioure.
Ellos venían siempre aquí, finalmente se prometieron en este lugar, su amor por Collioure y por les Roches Brunes les llevó a embarcarse en este proyecto.
Escuchamos encantados esta historia de la voz de Elsa, directora del hotel.
Nace con una clara filosofía, convertirse en un hotel boutique, resaltando el lujo discreto en los pequeños detalles, en la cocina de su restaurante, en la exclusividad de su ubicación y en la cuidada decoración.
En cuanto accedes a la recepción, sientes el cariño especial por los detalles y el savoir faire característico de los hoteles con encanto de Francia.
La aparición de Les Roches Brunes es un revulsivo para la localidad. Estamos ante el primer hotel «moderno» de la oferta hotelera de Collioure que, según nos cuentan, se ha quedado un poco anclada en el pasado.
El hotel parece un atelier (uno más de los que se sitúan en Collioure). En los cuadros y esculturas observamos la clara alusión artística hacia una localidad que fascinó y fascina a artistas internacionales.
Los artesanos son de aquí y los materiales utilizados son típicos de la región.

El amor por lo local se respira en cada estancia, así como en el constante aroma a mediterráneo diseñado en exclusiva para el hotel. Todo ello dota a les Roches Brunes de alma.
Se suma a la propuesta, el generoso respeto por el entorno y el medio ambiente. ¡Nosotros encantados!
¿Qué vas a encontrar en este hotel?
Un total de dieciocho habitaciones de diferentes tamaños, con vistas al mar y a la pequeña bahía de Collioure.
Habitaciones con vistas
La delicada luz de la Côte Vermeillese se filtra sutilmente por las cortinas, resaltando la delicada decoración marinera de suaves y relajantes colores. ¡Dan ganas de quedarte aquí todo el día!
El plus está en los balcones o terrazas desde donde puedes relajarte con el sonido del mar chocando en las rocas.
Hay algo hipnótico en estas panorámicas. Las ventanas son un cuadro en movimiento que cambia con la luz del día.
Además, el hotel pone a tu disposición albornoz, toallas, cesta de mimbre y todos los elementos necesarios para acceder a la pequeña playa rocosa con acceso privado.

Un jardín secreto
El relax y la desconexión continúan en el recoleto jardín mediterráneo con acceso directo al mar.
Un atractivo juego de espacios, escaleras de roca, terrazas, pequeños miradores y zonas de descanso, donde sientes la absoluta privacidad de este lugar.
Además del cuidado en la decoración, los propietarios, han tenido en cuenta el entorno, respetando la vegetación autóctona.
El jardín cuenta con especies autóctonas como el cactus, los olivos de tamarindo o los pinos piñoneros.
La cuidada luz artificial de la noche invita a alargar la jornada en este encantador rincón de Le Pays Catalán.

Mamma Restaurant
El plus viene de la mano de Alex y Arthur, chef y director del Mamma Restaurant donde encontramos una cuidada oferta de sabores mediterráneos con fuertes matices italianos. El chef es de allí.
Cocina creativa y creada con los mejores productos locales de permacultura. En su carta puedes leer el agradecimiento del chef a todos sus proveedores, sin ellos, nada sería posible.
A nosotros estos detalles nos enamoran, así como escuchar los silbidos del chef mientras cocina. «Soy muy feliz aquí, eso me pone contento».

Y esa felicidad se traspasa a los platos. Solo podemos exclamar «Mammma mia»
La bodega prioriza los vinos regionales y naturales, también encontramos alguna rareza italiana.
En este diáfano espacio se sirven los desayunos por la mañana, una acertada selección de panes, croissant, mermeladas y frutos secos, entre otras.
Comenzar la mañana con las preciosas vistas a la pequeña bahía de Collioure ¡No tiene precio!

Qué ver y hacer por los alrededores
Si te apetece conocer el entorno, disfrutar de la oferta turística, catar vinos o cualquier otra actividad, en la recepción dan muy buenos consejos.
Playa, buceo, deportes náuticos o rutas por los macizos pirenaicos y estaciones de esquí. Estamos a pocos kilómetros de ellas, ventajas de la increíble región de Pyrénnées Orientales.
Nuestras recomendaciones
Un solo día no es suficiente para disfrutar de toda la oferta patrimonial, gastronómica, cultural y de ocio que ofrece Collioure, para nosotros ha sido una toma de contacto con esta interesante localidad.
Comienzamos la visita con un relajado paseo. Desde el hotel, en menos de cinco minutos hemos llegado al mirador de la Ansa de la Baleta.
Seguimos hacia la playa de Port D’Avall, que en invierno, es un remanso de tranquilidad. Después bordeamos la impresionante mole del castillo para llegar al Quai de l’Amirauté.
Estamos prácticamente en el corazón del casco histórico. A partir de aquí, hasta la hora de comer, nos hemos adentrado por las coloridas calles para finalizar la visita en el cementerio donde está la tumba de uno de nuestros grandes, Antonio Machado.
Restaurant Le Jardin de Collioure
A escasos cinco minutos del hotel se sitúa el antiguo convento de los dominicanos. Actualmente contiene el museo de arte moderno, el restaurant Le Jardin y el Cellier des Dominicain.
Viejos lugares con nuevos usos en una acertadísima apuesto por producto, arte y cocina local de fuerte acento catalán.
Los pescados y carnes a la brasa son su estandarte, pero La Cargolada (plato de caracoles) es su estrella.

También tienes opciones veganas, deliciosas por cierto.
El restaurante cuenta con un espacioso jardín donde se observan elementos de su pasado como convento y mucho arte.
Si vienes con la familia, ¡tranquilo! Cuentan con una zona infantil preciosa y aparcamiento propio.
Su cava es un must, acceder a ella, para una amante de los vinos como yo, ha sido el mejor regalo.

El Jardín da mucha importancia a su cuidada carta de vinos donde sobresale el excepcional cru Collioure-Banyuls.
Vinos, por cierto, de bodegas locales, destacando los caldos del Cellier des Dominicains, bodega situada también en el antiguo convento.
Cellier des Dominicains
El final de nuestro día, antes de regresar al hotel, ha sido la visita con cata-degustación a la cooperativa de los dominicanos.
Hay lugares que por si solos ya enganchan, esto ocurre con el viejo convento.

Le Dominicain es una cooperativa vitivinícola creada en el año 1926, situada en la antigua iglesia del siglo XIII, posteriormente consagrada en el año 1457 por el rey de Mallorca, Jaume II.
Este monumento histórico pasó a manos del estado tras la Revolución Francesa, utilizándolo como depósito de artillería.
A principios del siglo XX, la cooperativa de viticultores compra el edificio para convertirlo en su sede. Desde entonces, estos muros, huelen a exquisitos vinos.
Hemos tenido suerte, además de la cata, visitamos las instalaciones, es decir, la vieja iglesia reconvertida en bodega.

Cuando viajamos es muy importante el alojamiento, pero sobre todo, el tipo de actividades, las rutas, el patrimonio, la cultura y la gente local.
En el Hotel Les Roches Brunes hemos podido disfrutar de todo ello.
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