Un pueblo desparramado en las laderas de la montaña y colgado en el tiempo, Palangan una de las joyas ocultas de Irán, uno de los pueblos más bellos del país.
Nunca imaginé que algún día llegaría a una localidad que me hiciera sentir como parte de un decorado navideño.
Tampoco imaginé que los belenes, tan famosos y conocidos en nuestro país tuvieran su fidedigna reproducción en una pequeña localidad del Kurdistán iraní.
Situado en el valle del río Sirvan, la pintoresca Palangan salió a nuestro encuentro en el cuarto día de road trip por el Kurdistán.
Tras conocer localidades como Marivan, Sanandaj (capital de la provincia kurda) y Hawraman, Palangan se convirtió en la guinda del pastel kurdo.

Mirando con retrospectiva este viaje, puedo asegurar que no hubiera sido lo mismo si hubiéramos llegado hasta aquí solos, sin nuestros amigos Yalda y Dana.
El idioma, las costumbres, el transporte, los precios, todo hubiera fluido de otra manera, ni mejor ni peor, pero diferente.
El hecho de llevar la «espalda asegurada» con una pareja kurda nos hizo vivir un viaje más «confortable» y menos aventurero.
Aún así, sentimos momentos de tensión en las sinuosas y fronterizas carreteras, nos perdimos en lugares que no llevaban a ningún lado y presenciamos algún que otro malentendido respecto al precio a pagar por los productos que compramos (los precios cambian para los de fuera).
De camino a Palangan
El viaje hasta Palangan lo iniciamos por la mañana en la localidad de Marivan, una de las ciudades kurdas más importantes y lugar de residencia de nuestra familia anfitriona.
La carretera 15 vuelve a ser nuestro hilo conductor como en las anteriores jornadas.
Tras atravesar la escarpada y rocosa montaña de Dezli, tomamos un desayuno en la localidad de Nowdeshah.
Un desvío, nos lleva a jugar con un grupo de mujeres y niños en las aguas de un río de cuyo nombre no logro acordarme y disfrutar de la cueva de Quri Qaleh.
Con la tarde encima, llegamos a Palangan.
El ocaso regala una bonita estampa de la localidad. Las últimas horas de luz ofrecen un espectáculo irreal.
Palangan ¿sueño o realidad?
Desde la carretera, Palangan parece un Belén navideño, es como si alguien hubiera llegado hasta aquí para montar el más animado de los pesebres.
Casas de barro superpuestas, un pequeño río atravesando el pueblo, ovejas, vacas.
Personajes lejanos a los que escuchamos como si estuvieran a nuestra lado debido al eco que provoca el valle donde queda encajado Palangan.
¡Solo le falta la nieve!

Carmelo y yo estamos hipnotizados ante una imagen que por momentos se nos antoja irreal, tanto, que nos frotamos los ojos pensando que un lugar así no es de verdad.
Tras visitar lugares de cuento en Europa, disfrutar de los Kasbash bereberes en Marruecos o enamorarnos de localidades españolas como Vejer de la Frontera o Mura, este lugar supera las imágenes retenidas en nuestra retina viajera.
Una magia especial impregna Palangan. Una atmósfera de letanía, de lugar parado en el tiempo.
Solo cuando pisas la localidad, paseas entre sus calles y conversas con los vecinos descubres que la localidad es un punto turístico muy relevante en la zona.
La vida cotidiana en los pueblos kurdos de Irán
Familias, grupos de amigos, parejas y curiosos llegan hasta Palangan para pasar el día, disfrutar el frescor del río y de sus especialidades culinarias.
La población es eminentemente rural.
El turismo proporciona nuevos ingresos a sus habitantes que aprovechan el tirón del buen tiempo para alquilar casas y/o habitaciones.

El carácter defensivo de la montaña, la cercanía del río y los productos que genera la zona son la causa principal de la ubicación de Palangan en este escarpado emplazamiento.
De la misma manera que en Hawraman, la arquitectura de roca, barro y madera es la línea argumental que se sucede, como una repetitiva cadencia, a lo largo de las dos orillas del Sirvan.
A pesar de llegar con la noche, encontramos una localidad llena de vida.
Posiblemente las fechas estivales provocan las ganas de salir a la calle, de compartir charla con los vecinos y disfrutar del frescor que regala la ausencia de sol.
¿Dónde alojarse en Palangan?
Caminamos a través del pueblo, Dana y Yalda nos explican que la mayoría de las casas tienen un número de móvil de contacto junto al típico «se alquila».
Tras varias llamadas, conseguimos un alojamiento para pasar la noche. Una familia nos ofrece una casa completa con vistas al valle y desayuno por unos 10€.
El alojamiento es muy básico. Un espacio comedor-cocina, pequeña habitación y un «lavabo». No nos hace falta nada más.
No hay camas, ni sillas, ni mesa, pero tenemos unas magníficas alfombras que cubren todo el suelo, colchonetas, sábanas limpias y cobertura.
¡Me encanta lo prácticos que resultan por estos lares! Todo se extiende y se recoge en un pis pas, se limpia en nada y la casa queda totalmente en orden en menos que canta un gallo.
No hay tele, poco wifi y cobertura precaria. La sensación de retroceder en el tiempo y estar perdidos en la nada es gratificante.
A la vez, unas mariposillas vuelan por el estómago, parece como si mi cuerpo se mantuviera en alerta ante lo inesperado.
Tras una ducha reparadora y la liviana cena, paseamos un poco por las calles más cercanas. Las imágenes, los sonidos, todo es nuevo, y a la vez cercano.
El regreso a una infancia casi olvidada y a un turismo rural real
Regresan a cada paso recuerdos de mi infancia, cuando viajaba en autobús a las zonas más rurales y apartadas de Zamora en verano (años 70).
Aldeas sin teléfono, ni internet, donde jugbamos hasta caer rendidos.
Donde las noches se iluminaban con la luz de las fogatas que encendían mis padres o con la luz natural de la luna.
Conversaciones eternas mientras bailábamos al son de la ELO cuyas voces salían del viejo radiocassette empeñado en engullir todas las cintas que le poníamos.
Palangan es una vuelta a ese pasado no tan lejano, una vuelta a un turismo rural auténtico, sin lujos ni detalles, 100% natural.

El suelo nos espera una vez más en nuestro viaje, nuestros cuerpos parecen acoplarse ya a este tipo de «camas», pero yo no soy capaz de acostumbrarme a los «lavabos» iraníes. No, no hay manera.
El delicioso olor a pan recién hecho nos despierta muy temprano, son las seis de la mañana. Palangan resplandece ante el fuerte sol que anuncia un día caluroso.
Desayunamos (Doogh, quesos frescos, pan y granadas), salimos a la terraza y contemplamos el paisaje.
Ahora, la localidad se muestra de color marrón, completamente mimetizada con las montañas que la rodean, a veces es difícil distinguir entre las rocas y las casas.


Desde arriba, apreciamos lunares de color que no son más que puertas, ventanas y ropa tendida que contrastan con la uniformidad del marrón.
El incipiente verano ha borrado todo vestigio del color verde. Palangan parece ahora una localidad surgida de Star Wars.
Recogemos el petate, salimos al exterior, queremos sumergirnos en el magnífico ambiente que comienza a sentirse por las calles. ¡El calor es asfixiante y solo son las nueve de la mañana!
¡Me sobra el velo, me sobran los pantalones, la camisola!
Regresa de nuevo un intenso agobio ante la falta de libertad para arrancarme el pañuelo de la cabeza, dejar que mi cuello respire, dejar que mis brazos atrapen la escasa brisa que corre.
Vídeo experiencia en Palangan (Kurdistán – Irán)
Versión del vídeo en 3D
¿Qué ver y hacer en Palangan?
Palangan es pequeño, pero extenso. Un rompepiernas para los neófitos que se acercan hasta aquí.
Las laderas de las montañas son implacables desniveles que obligan a caminar despacio entre las retorcidas calles salpicadas de viviendas de barro.
Hay que detenerse a cada paso para observar, para sonreír, para una foto. Lo cotidiano sale a nuestro paso, nos invade, nos recuerda que esta localidad no es ningún museo al aire libre.
Las mujeres visten de alegres colores, con telas que sorprenden por sus brillos y transparencias.
Una vestimenta peculiar del Kurdistán con la que realizan las tareas domésticas, pasean, acompañan al ganado, se bañan en el río…
La imposición restrictiva del gobierno llega matizada hasta estos lares, aquí no hay tanta policía de la censura.
Aunque si se nota el olvido del gobierno respecto al pueblo kurdo y sus reivindicaciones.

Área recreativa del río Sirvan
Sorprende la cantidad de gente que nos acompaña por la escalinata principal hacia el río.
Dana explica que hoy es festivo y Palangan es un lugar turístico muy apreciado en Kurdistán.
Coches, motos, furgonetas, e incluso campistas salen al paso. En medio de este revuelo nos percatamos que somos los únicos «turistas» no iraníes que caminamos por aquí.
Es una interesante sensación. El hecho sirve para que los niños se acerquen curiosos, para conversar con aquellos que intentan poner en práctica el inglés aprendido, para compartir momentos y emociones.
De esta entretenida manera llegamos a la orilla del Sirvan y su área recreativa, construida a unos dos kilómetros del centro urbano.

Un buen número de furgoneta cargadas de mujeres, niños y picnics cruzan el río.
Los hombres lo pasan a pie o atravesando un rudimentario puente que conecta las dos orillas.
Mientras, las mujeres aprovechan para lavar lana. Ríen ante el espectáculo que se prepara cada fin de semana o festivos.
El trajín es frenético, acaba con la serenidad vivida el día anterior.
Miles de personas toman las calles y las orillas del Sirvan. Se van ubicando donde pueden con sus neveras portátiles y alfombras.

El fascinante mundo de las mujeres
¡El espectáculo está servido! Nos dejamos llevar por el ambiente.
Me entusiasma como se divierten las mujeres, en cuanto pueden se ocultan en algún rincón para dar rienda suelta a sus bromas, a sus juegos.
Las veo como se empujan unas a otras hacia una ducha improvisada que genera el río junto al puente. Sus risas me contagian, enseguida me invitan a participar.
Un poco más adelante, otro grupo de mujeres se ha ubicado en un lugar oculto del río, junto a las casetas de la comida.
Se meten con sus espléndidos vestidos brillantes para refrescarse. En esta ocasión se hablan bajo, se cuentan sus confidencias, se abrazan y la risa es bienvenida.

Este soplo de contenida libertad me invade como aire fresco y renovado.
Las mujeres siempre encontramos nuestro espacio de libertad a pesar de las restricciones y desigualdades. Siento una terrible curiosidad por ellas.
El olor de las truchas a la brasa invade el lugar, los puestos junto al río parecen sacados de jaimas del desierto. A veces me recuerdan a las verbenas de nuestro país.
Dala, Yalda y Carmelo me despiertan del letargo en el que me ha sumido este lugar.
Nuestros anfitriones nos invitan a una bebida hecha con agua e higos. De lo mejor que he probado en el país.

El frescor invade mi cuerpo, el sabor de los higos nos recuerda el incipiente verano.
El lugar es único, un edén en medio del Kurdistán.

¡Adiós Kurdistán!
La hora se nos echa encima y tenemos que regresar a Sanandaj, hoy es nuestro último día en el Kurdistán. Nos espera un largo recorrido hasta el norte del país, última etapa de nuestro periplo.
Regresamos al pueblo. Toca subir las empinadas cuestas justo cuando el sol y el calor están en su momento álgido.
Palangan nos despide con un bonito día primaveral, con su imagen de postal, aunque nos recuerda que es un lugar vivo que poco a poco está presente en los mapas, tal y como pasa con el Kurdistán iraní.
Si piensas en un viaje por Irán, no olvides incluir esta zona en tu periplo. ¡Luego no digas que no te lo contamos!
Que maravilla de post! no podía parar de leer! no conocía en absoluto este lugar y lo describes con tanto cariño, que lo transmites en tus letras y me has imaginar que estaba allí…. Que bonita experiencia, que lugar más pintoresco, como tú dices parece un decorado del Belén jeje, es curiosísimo!
No es una zona que yo visitaría principalmente por el idioma, pero si tuviera la suerte de tener unos amigos nativos del país o conocedores de la zona como los que tú tienes…, no me lo pensaba jaja.
Ohhh, muchas gracias por tus palabras Mariló, es que le cojimos tanto cariño al Kurdistán, a sus gentes!! La verdad que recorrerlo con nativos es una ventaja, sobre todo a la hora de sentirte más seguro. Te animo a que viajes a irán, ya verás que volverás enamorada, tal como nos pasó a nosotros.
Un abrazo,
Eva y Carmelo
Que bonito lugar perdido en el fin del mundo, como un decorado de un pueblo navideño, con todo el encanto que tienen los lugares apartados. Me ha encantado tu post.
Muchas gracias por pasarte por nuestro post! Estamos encantados de poder ponerle imagen y sacar delolvido a lugares como Palangan y el Kurdistán en general. A veces, recordamos todo como un sueño lejano… habrá que ponerle remedioy regresar por estos lares… 😉
Un abrazo,
Eva
¡Qué bonita experiencia habéis tenido en este viaje a Irán! Desde luego, este pueblo merece ser visitado. Leyéndote me da la sensación de estar leyendo a uno de esos viajeros del siglo XIX, que llegaban a lugares únicos en los que no habían visto nunca a un extranjero.
Recientemente he estado en Turquía y he podido comprobar que las mujeres allí, también buscan sus rincones de libertad. Pude compartir un rato con algunas de ellas en una zona de una mezquita, destinada a las mujeres en exclusiva, y comprobé que allí se sienten más libres, ríen, se cuentan confidencias…
Me ha gustado mucho leer tu post, si alguna vez tengo la oportunidad de viajar a Irán, incluiré este pueblo en mi ruta.
Saludos
Muchas gracias Mar! Tal y comolo describes, llegar a Palangan fue como sentir que éramos los primeros extranjeros en estos lares. Turquía es un país al que le tenemos muchísimas ganas, son tantos los lugares! A ver si de cara al año que viene podemos planificar algún viaje de larga distancia.
Un abrazo
Eva y Carmelo