No hacía ni un día que habíamos aterrizado en Irán. Apenas conocíamos a nuestro primer anfitrión de couchsurfing, Ali, un joven universitario que nos acogió en su apartamento, cuando nos vimos envueltos, sin saber cómo, en una aventura de tres días por diferentes lugares al sur de Teherán, entre ellos, Natanz y Niasar, dos localidades de interés turístico para los iranís no previstas en nuestra ruta, y que se convirtieron en los primeros destinos de nuestro viaje por el país. Te invitamos a que realices tu viaje a Irán de forma colaborativa y sostenible.
Al conocer a Ali, la expresión !no te preocupes! pasó a formar parte de nuestro bagaje viajero durante los treinta que duró el periplo iraní. Pero pongamos un poco de orden a todo este galimatias.
Ali nos despierta con el delicioso aroma que emerge de su cocina. Al salir de la habitación nos encontramos a Clara, una viajera que ha llegado hace unas horas desde Madrid. Ella todavía duerme encima de la alfombra en el pequeño salón-cocina.
Sin querer la despertamos. Toca presentaciones, puesta al día de quién es quién.
Mientras desayunamos, Ali nos cuenta que un grupo de couchsurfers de Teherán ha preparado una escapada de tres días al sur de la ciudad ya que hay un largo «puente» con motivo de una fiesta religiosa.
La idea es ir de camping y recorrer Abyaneh, Kashan, Natanz y Niasar. La propuesta nos parece muy atrayente. Poder convivir durante varios días con un grupo de teheranís de todas las edades y creencias nos pareció el mejor de los regalos recién llegados al país. ¡No nos imaginábamos lo que nos esperaba!
Tras unas horas de idas y venidas de Ali, de llamadas, de conversaciones, de ¡No os preocupéis! hacia las 12:00 del mediodía, Pouya y khadijeh (nuestros inseparables anfitriones durante tres días) nos esperan con su Saipa en la puerta de Ali.
Abandonamos Teherán rumbo a lo desconocido, ya que no tenemos referencias de los lugares a los que vamos, no sabemos nada de la ruta planificada, ni de qué comeremos, ni cuándo, ni dónde… ¿Y para dormir? ¡No os preocupéis, llevamos tienda de campaña!
Y así, sin tenerlo previsto, nos dejamos llevar.
Las salidas de Teherán en días festivos se traducen en monumentales atascos, que por suerte se superan una vez entras en la autopista que atraviesa el país de norte a sur. El trayecto en coche ha sido una aventura en sí mismo.
Nuestros amigos no tienen gps, y google maps no se utiliza demasiado, por lo que la ruta se va planificando a golpe de llamada telefónica y de desvíos, equivocaciones y vuelta a la autopista. A veces toca echar marcha atrás varios metros, pero en Irán eso es normal en cualquier vía. Igual que es normal encontrarte con motos en contradirección, tantos coches en paralelo como espacio hay para rellenarlo, aunque las líneas indiquen que solo hay tres carriles…
La voz de Kadijeh nos acompaña durante kilómetros y kilómetros. A través de sus gestos y tono de voz, descubrimos que las mujeres iranís tienen mucho más carácter del que nos han contado. Cuando habla, su velo resbala por su brillante cabello negro. Mueve mucho la cabeza y las manos. Solo sonríe cuando gira la cabeza para decirnos en inglés: ¡Don’t worry! Nosotros no podemos más que creerla.
Pouya es más tranquilo, oculto tras unas grandes y modernas gafas de sol, su gesto es serio. No sabemos si son matrimonio, pareja o amigos. No sabemos nada de ellos, pero estamos en su coche recorriendo kilómetros y kilómetros de una autopista que se adentra en el desierto, que nos muestra un Irán seco, tremendamente caluroso y repleto de coches que circulan a su libre albedrio.
Carmelo, Clara y yo estamos atónitos, a veces nos entra la risa nerviosa por el barullo y el «temor» a lo desconocido. Nuestros cuerpos están apretados en el Saipa. El coche va cargado hasta los topes de comida, maletas, mochilas, tienda de campaña…, lo mejor que podemos hacer es confiar y dejarnos llevar por el viaje…, bueno, y por Pouya que conduce tranquilo, algo raro para ser iraní 🙂
Al cabo de unas dos horas parece que ya saben el punto de encuentro con el resto del grupo. Nosotros aprovechamos el camino para conocer a Clara y de paso introducir nuestros oídos a los gustos musicales iranís. Viajar en coche por Irán es hacer un revival musical, donde tienen cabida desde Julio Iglesias (gran ídolo entre los jóvenes) hasta Charles Aznavour pasando por los Gipsy King.
Abandonamos la autopista para dirigirnos a Natanz, una interesante localidad situada en las faldas de Kuh-e Karkas, famosa cordillera con picos de casi cuatro mil metros de altura. A lo largo de la autopista hemos disfrutado de sus perfiles, de sus cambiantes formas y tonalidades.
Ahora Kadijeh y Pouya bajan la música para explicarnos que estamos cerca de la zona donde se encuentran las polémicas centrales nucleares, por aquí es mejor no mostrar el equipo de vídeo y fotográfico.
Natanz es la primera ciudad a la que llegamos después de más de cinco horas de viaje. Paramos en una rotonda y salimos del coche. Kadijeh no para de hablar por el móvil confirmando el lugar donde nos espera el resto del grupo.
Nos sentamos junto a un arroyo que recorre la avenida principal. Mientras curioseamos un poco el lugar nos damos cuenta que somos el centro de atención. Las miradas de los niños, mujeres y hombres que pasan a nuestro lado, las sonrisas y preguntas empiezan a ser parte del viaje.
Tras una larga media hora esperando, parece que el punto de encuentro está al otro lado de la ciudad. Volvemos al coche y atravesamos el centro de Natanz. Pouya toma un camino de arena y nos explica que vamos al lugar donde nos espera el grupo. Visitaremos un «castillo» o una antigua fortazleza.
Llegamos al punto de encuentro y para nuestra sorpresa, ¡el grupo es casi una manifestación! De una docena de coches empiezan a bajar personas. Algunos ponen la música altísima y el silencio desaparece del lugar. Besos, abrazos, toques de claxón, música e incluso !perros!
Clara, Carmelo y yo estamos atónitos, no damos crédito a lo que vemos. Uno tras uno, todos vienen a saludarnos, nos dan besos, apretones de mano y abrazos. ¿No sé supone que todo esto está prohibido?
Ali aparece de nuevo, él también acaba de llegar junto a sus amigos y procede a la presentación oficial. Toca foto de grupo, conocer a los organizadores y dar el dinero para hacer «bote». No tocamos a más de doce euros por los tres días con todo incluído.
¡Qué sensación de descontrol! Carmelo y yo reímos porque por una vez, en un viaje, nos dejamos llevar, no planificamos nada. Una extraña sensación nos invade, entre expectación, felicidad, alegría y sorpresa.
Enseguida se nos acerca una de las chicas más jóvenes del grupo. Viste muy europea y no lleva velo. Su pareja viene con ella. Se presentan y nos pide a Clara y a mi que por favor nos quitemos el pañuelo, que no aceptemos la imposición si no somos musulmanas y que revindiquemos nuestro derecho a ir sin velo.
Ella es una rebelde con causa…, enseguida detectamos que Irán es mucho más de lo que se cuenta.
Poco a poco vamos entendiendo el significado del grupo. En Irán, el couchsurfing está de moda, la plataforma sirve tanto para acoger personas como para realizar encuentros y quedadas, ya sean exclusivas de iranís o mixtas. Las restricciones del gobierno se suplen con encuentros como este.
Hay personas que no pueden acoger en su casa, pero están dadas de alta en la aplicación y así pueden asistir a las reuniones, fiestas o escapadas en grupo.
Nosotros participamos en una de ellas. Somos los únicos extranjeros y sin quererlo, pasamos a ser el centro de atención.
Tras el encuentro y las pertinentes presentaciones, el organizador de la quedada informa que la visita a la fortaleza no es posible ya que está cerrada. Toca volver a los coches. En menos de diez minutos llegamos al camping de Natanz donde pasaremos el resto de la tarde-noche.
Un sinfín de conversaciones de todo tipo nos esperan, sobre todo políticas y sociales. Música, baile, risas. En unas horas Carmelo y yo regresamos a una época no muy lejana de España. Irán empieza a recordarnos a la España de los últimos tiempos del franquismo donde el gobierno imponía una serie de restricciones mientras la sociedad se movía por otro lado.
Junto al grupo de couchsourfers tomamos contacto de la hospitalidad iraní. Nos sorprende lo bien organizado que está todo. Cada uno asume una tarea, desde montar las tiendas, preparar el fuego para la comida, pelar patatas, ir a por agua, poner la mesa (bueno, colocar el matel, cubiertos, platos y vasos en el suelo). Aquí trabajan por igual hombres y mujeres. De momento no hemos visto ningún rastro de imposición por sexo.
Las edades van desde los veintitres de la más joven hasta prácticamente la cincuentena. El respecto entre ellos es increíble.
El camping es precioso, parece un parque. Hay lavabos, fuentes, espacios para tomar el té sentados en alfombras. Pero sobre todo hay mucha vida. El lugar está de bote en bote y lo más curioso es que está plagado de tiendas de campaña, por cierto, muy modernas, pero todas del mismo estilo.
La noche trascurre animada. Clara y yo decidimos dar un paseo para impregnarnos del ambiente que hay en el lugar. Por todos lados huele a comida, delisiosos guisos que salen del fuego.
Vemos muchas familias disfrutando alrededor de una buena «mesa», también grupos de jóvenes, parejas. No falta la música, las risas. Estamos «alucinadas» con todo lo que vemos.
Toca cenar, un poco de música y cantos para después ir a dormir. El duro suelo del camping se clava pronto en nuestras espaldas.
En la tienda compartimos techo con Kadijeh, Clara y Pouya. La noche nos trae frío, pero el sueño, la emoción y el cansancio vence todo contratiempo.
Al amanecer, el olor a comida nos despierta. ¡Bueno, eso y la claridad! El grupo comienza a despertar y de nuevo cada uno asume su tarea. Fuego, té, comida, preparación de la mesa. ¡Vivimos en medio de una perfecta organización!
Ali se ha convertido en nuestro mejor aliado para explicarnos todo. Nos encanta su castellano, aprendido en Bilbao mientras estudiaba Derecho en Deusto.
Toca hora de ir a los lavabos ¡ohhh no!!!!, y es aquí donde el romance con Irán se trastoca un poco. Carmelo se hace enseguida con ellos, a Clara y a mi nos cuesta más, suerte que llevamos papel higiénico y toallitas húmedas.
Además, hay largas colas para asearse, eso sí, las zonas comunes están muy limpias. Posiblemente, el tema lavabo, ha sido junto al pañuelo, mi particular caballo de batalla del viaje por Irán.
Una vez recogido el campamento, volvemos a los coches, toca ruta para visitar Natanz y alrededores, entre ellos Abyaneh. Ahora nos hemos repartido, Clara viajará en otro coche y nosotros seguimos con la curiosa pareja que forman Pouya y Kadijeh.
A escasos kilómetros del camping se encuentra una de las joyas de Irán, se trata de la Mezquita del Viernes y el mausoleo de Abd al Samad, místico sufi de hace más de mil años.
Es nuestro primer templo iraní y entramos por la puerta grande ya que la cúpula de la tumba de este místico es de forma cónica (estilo persa) y no redonda (islámica). Además, su exquisita puerta de acceso es de un delicado color azul que compite con el mismo cielo.
En Natanz descubrimos lo extendido que está el turismo interior en Irán. Lo cotidiano llena las calles, los monumentos, los lugares de ocio.
A los iranís les gusta viajar, hacer turismo, visitar los lugares de interés de su país, comprar souvenirs y sobre todo, hacerse fotos, muchas fotos, y si es con extranjeros ¡mucho mejor!
Tras la visita, la caravana que forma el grupo se pone en marcha. Ahora toca parada en un bonito lago. Fotos y más fotos. Alguien nos sorprende con unos ricos polos de limón que mitigan el calor.
Un fuerte viento nos regala instantáneas muy divertidas. Aprovechamos cualquier escusa para quitarnos el velo. Solo llevamos tres días en Irán y estamos encantados. No podemos creer todo lo bueno que nos está pasando.
El lago Targhrood es un espacio de ocio a las afueras de Natanz donde las familias se divierten dando de comer a los peces y aves, además de subir en los pedales. Lo cotidiano, las imágenes de normalidad nos siguen sorprendiendo. Y de momento, estamos encantados con haber aceptado el cambio de planes.
No sabemos quien organiza el grupo, pero todo está muy bien planificado para ser más de treinta personas y un perro (dato a tener en cuenta ya que para los musulmanes son seres impuros).
Vamos asimilando la fuerte separación que existe entre la sociedad iraní y su gobierno, que queda patente en este grupo de más de treinta personas de todas las edades y credos.
Ali es musulmán, también hay zoroastristas (la religión de moda entre los jóvenes), laicos, ateos… Menuda diversidad ideológiva y teológica. Cada vez que entablamos conversación con alguno del grupo nos quedamos más sorprendidos.
Tras la parada, la caravana se pone de nuevo en ruta. Toca comer. Es divertido ver la colección de coches en fila con las luces de emergencia encendida, parece que vamos de boda todos seguidos.
Las montañas del Karkas y sus espectaculares paisajes nos acogen para el picnic. Hay lugares acondicionadas como zonas de servicios, donde puedes comer en restaurantes que son auténticos oasis, lagos y miradores.
El grupo prepara en esta ocasión un rico menú donde el kebab será el protagonista.
A pesar de nuestra dieta vegetariana, hemos probado este delicioso manjar ante la insistencia del grupo que nos explica que el kebab es una creación persa y significa carne a la brasa. Se acompaña de verduras y arroz (plato nacional de Irán).
El lugar está a tope, repleto de familias y grupos de amigos que vienen a pasar el día. La organización sigue siendo impecable. Ahora los preparativos suben de nivel. De repente aparecen pequeñas barbacoas y palos de acero inoxidable para hacer los kebab y las verduras.
Hay agua, zumos, yogur, las bebidas típicas iranís. ¡Menudo festín! Mientras comemos vamos descubriendo quienes son los organizadores. A veces presenciamos pequeñas discusiones sobre como preparar algo, o sobre el siguiente lugar al que hay que ir. Cambios de planes de última hora que forman parte del encuentro.
Hablamos en inglés, excepto con Ali, que quiere mejorar su castellano y con Roja, una mujer que ha vivido muchos años en Suiza y habla francés (mejor para mi).
Tras la comida toca momento siesta. Los iranís siempre salen con sus alfombras y unos pequeños colchones que utilizan para protegerse de la humedad del suelo. Un sueño reparador siempre viene bien, sobre todo bajo la sombra de los escasos árboles que hay en este lugar. Aprovechamos el momento para hacer fotos a los interesantes rostros de mujeres iranís.
Recogemos de nuevo el campamento para dirigirnos a la siguiente parada, Niasar, donde se celebra una de las fiestas más interesantes de Irán, la fiesta del agua de rosas.
A finales de mayo, la provincia de Kashan se prepara para uno de sus acontecimientos más populares. Las rosas de diferentes localidades se recogen para destilar en alambiques tradicionales, lo que constituye una de las industrias más florecientes de la zona que se combina con el dinero que deja el turismo que llega durante esta época festiva.
El agua que resulta de la destilación es muy apreciada en la gastronomía iraní, pero sobre todo, muchos iranís llegan hasta Niasar para disfrutar de un agua muy pura y curativa.
No es de extrañar que durante estas fechas, más de 80.000 personas visiten a diario la zona. A nosotros nos tocó la visita en un día de fiesta. Más de 200.000 personas visitaban la ciudad-jardín de Niasar justo en el momento que llegábamos nosotros.
El resultado, un monumental atasco que nos ha tenido más de tres horas sentados en una glorieta a la entrada de la zona de recreo de Niasar, donde nos esperaba el resto del grupo.
Hemos aprovechado el parón para hablar con nuestros anfitriones. Jadishe y Pouya contestan cada una de nuestras preguntas. Escriben en nuestro cuaderno de viajes sus nombres en persa, nos enseñan los números, y explican la realidad de la sociedad iraní.
Son pareja… de viajes. La risa que hemos tenido cuando les hemos dicho si eran novios. Hay muchas parejas así en Irán, las dificultades económicas hacen que la mayoría de jóvenes no se casen, no formen familia e incluso se olviden de tener hijos. La natalidad iraní es muy baja. Las parejas tienen de media un hijo.
Ellos son musulmanes por imposición, lo respetan, pero no lo practican. Mientras hablamos con ellos relajadamente (bueno todo lo relajadamente que se puede conversar en medio de un monumental atasco donde el sonido de las músicas y de los claxons es ensordecedor), estas horas se nos han pasado volando.
La conversación es amena y cuando queremos darnos cuenta, el acceso a la cascada de Niasar está prácticamente despejado.
Llegamos casi de noche. Ali viene a buscarnos para llevarnos hasta las tiendas. En plena noche tenemos que montar la nuestra, pero una vez más, nos sorprende lo bien preparado que está el grupo.
Las linternas nos ayudan bastante y en poco tiempo alguien prepara un buen fuego que ilumina el lugar donde estamos acampados.
Tenemos que ir a los lavabos. Ali nos acompaña y de paso se convierte en nuestro cicerone a través del recinto. Entramos en varias destilerías y tiendas de agua. Nos sentamos en una de ellas donde nos atiende la familia que está al frente.
Enseguida nos explican la tradición del agua de rosas que actualmente se ha extendido a otros productos como eucalipto, hierbas aromáticas, plantas curativas.
La noche es bellísima, en la ciudad jardín de Niasar hay un ambiente envidiable. Y todo ello sin una gota de alcohol. La música sale de todos los rincones, las risas, los cantos y poemas que recitan.
La gente se sienta alrededor del fuego y canta precioso poemas persas. La emoción nos embarga, yo tengo la piel de gallina. El caos inicial del atasco se ha convertido en una ambientada noche de verano en las faldas del Karkas.
La cena de platos iranís es deliciosa. Berenjenas, tomates, plantas de todo tipo que se mezclan para ensalada, arroces, kebab de pollo, todo recién hecho en el fuego. Tras la cena un buen chai junto a la hoguera.
El momento es mágico, sobre todo cuando uno de los miembros del grupo saca una guitarra y comienza a tocar.
Nos regala música de Falla, de Albeniz, grandes clásicos de nuestra música, después pasa a tocar canciones tradicionales persas para acabar con melodías del rock como Metallica y su famoso «Nothing else matter«, en estos momentos de moda en Irán.
Tras el momento mágico de la música y la cena toca descansar ya que el día siguiente será largo. Visitaremos la cascada y una cueva muy famosa. Después iremos a las ciudades subterráneas cercanas a Kashan donde finalizará nuestra aventura.
La luz del sol nos despierta, calculamos que en estas fechas y por esta zona del mundo, el sol sale hacia las cinco de la mañana. Demasiado temprano para nosotros que todavía no nos hemos acostumbrado al cambio de dos horas y media respecto al horario de España.
Tras el aseo, tomamos algo rápido, hoy el desayuno será un almuerzo tras la visita a la cueva y la cascada. Para nuestra sorpresa, los dos recintos están a escasos diez minutos del lugar de acampada.
El camping y los alrededores están a rebosar, nos fijamos que cualquier lugar es bueno para montar la tienda. No hay espacio para caminar, a veces tenemos que pasar entre la gente que duerme al aire libre.
Ali nos explica historias sobre el lugar, sobre la tradición del agua de rosas. Poco a poco el sonido del salto del agua se hace más presente, caminamos a través de unas escaleras naturales por las que discurre el agua que sirve para fabricar el producto estrella de la zona.
La visión de la cascada nos deja mudos. Claro, cuando vives en Irán, sobre todo en zonas semidesérticas como es la provincia de Kashan, cualquier salto de agua, pequeño estanque o río es un oasis, pero si has tenido la oportunidad de ver cascadas o cataratas como es nuestro caso, las de Niasar se quedan en pura anécdota.
Eso si, un lugar bellísimo, pero atestado de gente. Hasta en el sitio más difícil de la cascada hay alguien haciéndose un selfie, ¡algo que parece ser global! por supuesto, hasta aquí ha llegado la moda del palo.
Nos maravilla la diversidad de gente, vestimentas, rostros, modos de entender el islam que encontramos en pocos metros.
Mujeres vestidas totalmente de negro se fotografían junto a la familia sin ningún pudor junto a jóvenes con pañuelos de colores.
Hombres de rasgos árabes con otros de rasgos europeos. No puedo evitar fotografiar todo lo que veo. La cascada ha pasado a un segundo plano.
Los retoques de nariz son la última moda en Irán. Tanto hombres como mujeres pasan por el quirófano. Ali nos cuenta que muchas mujeres quieren tener rasgos occidentales copiados de las series de televisión que llegan a través del satélite.
Otras lo hacen por pura rebeldía, igual que maquillan mucho sus rostros. ¡Si la cara es lo único que puedo enseñar, pues que se vea bien!
Este viaje no ha hecho más que empezar y ya estamos inmersos en la sociedad iraní, hay momentos en los que nos olvidamos que somos «turistas» y formamos parte del grupo.
Tras la cascada seguimos la ruta, sorteando tiendas, personas que duermen, gente desayunando. El ambiente es cautivador aunque un tanto masificado. No puedo dejar de imaginar como debe ser este lugar sin gente.
El grupo nos espera junto a la entrada del lugar más mágico de Niasar, su cueva, un templo de adoración a Mithra conocido como Templo del Fuego.
Un viejo señor explica en la puerta de acceso las características de la cueva, su historia, pero lo hace en farsí por lo que tenemos que esperar a la traducción de Ali para saber que aquí se sitúa una cueva construída artificialmente por un místico, seguidor de Mithra, donde estuvo recluído unos nuevos meses, el mismo tiempo que un embarazo para después salir a la luz, a modo de renacimiento y lleno de sabiduría.
La cueva es un lugar de peregrinación para muchos iranís, relacionada con cultos ancestrales al dios sol, a la luz, que después se convirtiría a través de Zoroastro en la primera religión monoteista del mundo. En estos momentos mi emoción está al nivel máximo. Ya notábamos nosotros muy buen rollo en Niasar.
El grupo entra tras la explicación del anciano señor. Yo me quedo fuera junto a Clara y otro chico del grupo que no aguanta bien los espacios cerrados, bueno ¡me alegra saber que no soy la única!
Aprovechamos para dar un paseo por el recinto, pero se hace muy difícil andar y regresamos a la puerta de la cueva. Carmelo ya está afuera, cosa que me sorprende.
Al acercarnos nos explica que ha salido por que la cueva está repleta de gente, el ambiente es irrespirable y temía por su seguridad ya que los pasillos son muy estrechos y llega un momento que no cabía más gente. Aún así ha llegado hasta la sala donde vivió el místico. El resto del grupo permanece dentro un rato más.
Tras la visita regresamos a nuestro campamento para almorzar. ¡Qué hambre! por lo visto varias personas se han quedado preparando la comida y cuando llegamos ya está todo listo.
Y tras el almuerzo toca el momento «climax» del puente. Uno de los hombres del grupo ha decidio poner música de bachata para anunciar que en breve comenzará a dar clases particulares.
En Irán, el baile latino se considera español por lo que enseguida nos preguntan si nosotros sabemos bailarlo. Clara y Carmelo explican que no. De repente, sin pensarlo, me veo abocada a dar clases iniciales de bachata en medio de la naturaleza, ya que Carmelo ha dicho que soy toda una experta en este tipo de baile. Es de día y me sorprende que nadie diga nada, que no aparezcan esos policías de la censura de los que tanto se habla en occidente.
Nada, todo el contrario. La música de bachata suena, hacemos un corro y empezamos a bailar. Ahora si que nuestras percepciones de Irán se caen al suelo. Al principio todos están tensos, tímidos, pero en cuanto el «profesor» comenta que hay que acercarse, que hay que abrir las piernas, que hay que tocar, ¡no pierden el tiempo!
Ha sido un momento de lo más frikie, pero ¡tan divertido! que sensación de libertad y a la vez de estar haciendo algo prohibido. Es imposible describir el momento.
Con los cuerpos sudados, los velos caídos, las risas y el cansancio que provocan los ritmos latinos decidimos desmontar el campamento y seguir hacia el siguiente destino, las ciudades subterraneas de Noshabad, por lo visto hay cambio de planes y Abyaneh sale de la ruta planificada.
De nuevo toca carretera, desvíos, vueltas atrás, y mucho calor a través de un espacio desértico. El Saipa de Pouya lleva aire acondicionado, aún así, el calor se siente y la mayoría de las veces, ellos prefieren ir con las ventanas bajadas, por las que entra un fuerte viento reseco al que ya están acostumbrados.
Y mientras vamos de camino al último de los lugares que visitaremos junto al grupo de couchsurfing, Carmelo y yo sentimos que todo ha sido un sueño. Hablamos de las sensaciones que tenemos. ¡Esto no puede ser verdad!
Llevamos cinco días en Irán y hemos vivido tal cantidad de sensaciones, de alegrías, hemos matado tantos tópicos y prejuicios que somos incapaces de asimilar lo vivido. ¿cómo vamos a contar todo esto? ¿Quién nos va a creer? ¡Solo cinco días!
Noshabad es una pequeña ciudad, casi un barrio de la gigantesca Kashan que se encuentra a tan solo cinco kilómetros. Si no hubiera sido por nuestro grupo no hubiéramos conocido uno de los lugares más espectaculares de Irán.
El conjunto lo forman tres ciudades diferentes que fueron descubiertas hace no muchos años mientras se realizaban trabajos de mejora en la red de alcantarillado. Actualmente se han convertido en una de las joyas turísticas de Kashan.
Las visitas se hacen guiadas y cuestan 150.000 riads para los no iranís. Las explicaciones vienen muy bien, aunque también son en farsí. Nuestro querido Ali ya no está, ha marchado con el resto del grupo hacia Teherán, Pouya y Kadiseh se han convertido en «nuestros cuidadores» y traductores oficiales. .
Mi persistente claustrofobía no me permite entrar en el resto de ciudades, como mucho me ha dejado ver la primera, de la que he tenido que salir casi corriendo. Aún así, me siento feliz por el logro.
En la puerta me encuentro con tres integrantes del grupo que tampoco han bajado a la segunda ciudad. Fifi, la mayor de los tres hermanos padece de claustrofobía. La alegría que le ha dado saber que yo también la padezco, ¡me abraza con una intensidad increíble! Como la visita dura un rato, decidimos pasear por Noshabad, disfrutar del atardecer en su anaranjada fortaleza.
El grupo espera nuestro regreso. Son casi las siete de la tarde cuando toca la despedida. Llantos, emoción contenida, traspaso de e-mails, teléfonos, tarjetas… Clara y yo somos muy sensibles y lloramos de nuevo, igual que Kadiseh que nos hace prometerle que antes de marchar regresaremos a Teherán. ¡Y así haremos!
Los tres montamos en el coche repletos de emoción, de muestras de cariño, dejando atrás nuevos amigos, nuevos rostros y personas que han cuidado de nosotros como si fuera la familia.
Kashan nos espera. Clara ha decidio venir con nosotros, pero esa es una nueva historia. En una rotonda muy concurrida, Kadiseh y Pouya nos ayudan para coger un taxi que nos lleve hasta la casa de nuestro siguiente anfitrión, Mohammad.
Mientras nos alejamos, sus figuras se van haciendo pequeñas y nuestro amor por Irán se va haciendo cada vez más grande.
¡Nadie nos había preparado para la siguiente etapa del viaje… y Kashan sería toda una aventura!
Vídeo de la excursión con coushsurfers por Natanz y Niasar
Vídeo versión 3D
Nota del autora: Este artículo es un homenaje a todo el grupo de couchsurfers de Teherán con el que tuvimos la ocasión de compartir tres días y con los que aún mantenemos contacto. Tal y como prometimos, los cuatro últimos días del viaje regresamos a Teherán para reencontrarnos de nuevo con algunos de ellos, sobre todo con nuestro querido Ali. En abril del año 2018, tuvimos la fortuna de acoger en nuestra casa a Ali con parte de su familia.
Una experiencia única, no hay duda, y que seguro no estaba en vuestros planes. Lo del camping… en serio y como bien dices parecía un parque. Espero que en cuanto nos veamos me cuentes el tema «baños» de que dices que junto al velo fue tu caballo de batalla… pero del que no cuentas mucho.
Un abrazo
Gracias por tu comentario Cris :-). realmente fue una aventura no planificada, un viaje a lo desconocido que enriquece la experiencia. Tienes razón, tengo que hacer una entrada donde cuente lo que más nos gustó y lo que menos de Irán.
Nos vemos prontito, un abrazo
Eva!
Que buena experiencia Eva! Y es que es lo que tiene el couchsurfing…nunca sabes que es lo que te va a deparar el viaje 😉
Hola sara! Exacto, el couchsurfing es toda una sorpresa y una manera de viajar muy cercana. todo lo que nos perdemos por alojarnos continuamente en hoteles.
Un abrazo,
Eva y Carmelo
Eva cada post que escribes sobre Irán… me motiva a pensar que este lugar del mundo, en donde la hospitalidad parece la regla, ¡¡no debe ser dejado de lado!! y me dá más ganas de conocerlo. Considero que sos una buena «embajadora» de ese país. Y sé a quien tengo que consultar si voy para allí.
Sabés? nunca he viajado haciendo couchsurfing…
Por cierto la zona de la cordillera de Karkaz y ese picnic, con lo rico que es el Kebab, debe de haber sido algo memorable!!
Gracias por tu post.
Saludos viajeros.
Gracias d enuevo Lilián, nosotros te vamos a nombrar embajadora de nuestro viaje a Irán!!! totalmente de acuerdo con lo que dices, la hospitalidad y la interculturalidad por encima de todo, ymás en estos momentos que vivimos.
Y si, el Karkaz es un lugar espectacular que queda olvidado por ciudades como Teherán o el afán de conocer solo lomás nombrado de Irán. Esperamos verte pronto por Irán!
Eva y Carmelo