Una tormenta de arena nos recibe en Yazd, la ciudad de las torres del viento y del silencio. El color marrón del cielo que nos ha venido acompañando desde Kashan, se vuelve más oscuro, más intenso y un tanto irrespirable.
Nuestro autobús se acerca a la ciudad al mismo ritmo que las oscuras nubes cargadas de agua y polvo.
Hemos abandonado la bella Isfahan, una perla, casi un milagro en medio del desierto para seguir la ruta que nos lleva al centro del país, donde aún resuenan los ecos de la Ruta de la Seda.
Nunca hemos vivido una tormenta de arena. Desde el autobús miro de reojo las oscuras nubes.
Poco a poco se acercan a nuestro destino. Una extraña sensación de temor y emoción recorre mi estómago.
Carmelo no deja de mirar con curiosidad a través de la ventana del autocar que, después de unas cinco horas de viaje, nos dejará en el corazón del zoroastrismo.
El paisaje del desierto nos ha acompañado a lo largo de trescientos kilómetros.
En Isfahan hemos dejado otro pedacito de nuestro corazón junto a Rashid , su familia y nuestra entrañable Clara, cuando en la estación de autobuses hemos subido al que ha sido nuestro primer autocar de línea regular a través de Irán.
La emoción y la sorpresa van de la mano en esta nueva aventura.
Nuestro autocar hasta Yazd, es VIP, un maravilloso vehículo de transporte de pasajeros que te lleva de una punta a otra con una facilidad y comodidad envidiables.
Ahora sabemos como organizar un viaje a Irán de forma colaborativa y sostenible desde casa, pero en esa ocasión el billete nos lo reservó nuestro amigo Rashid a través de internet, toda una comodidad para no tener que pasar por ventanilla o esperar alguna cola.
Las reservas la llevas imprimidas, basta con mostrarla al responsable de la compañía antes de acceder al autobús.
El conductor nos hace una señal para que subamos. Una vez más, la hospitalidad iraní se pone de manifiesto cuando varias personas se prestan a todo tipo de ayuda. Desde confirmarnos nuestro autobús hasta traducir las indicaciones del conductor.
Nuestro equipaje lo coloca en la parte baja y nos entrega una ficha a cambio. ¡Primera sorpresa! Todas las maletas van numeradas, solo el conductor puede devolverlas a sus dueños.
En el interior, otro señor nos entrega una caja y un bote de zumo de naranja. Miramos el contenido de la caja, lleva galletas, bollos y pastas.
¡Un kit de supervivencia en toda regla! Además, hay un refrigerador repleto de fresquísimas para repetir todas las veces que quieras. ¡Solo les falta wifi gratuito y lavabo para ser perfectos!
En nuestros viajes en autocar por Irán, un total de seis, hemos aprendido a amar la música persa, las tazas improvisadas de chai (té iraní) y las animadas conversaciones con los conductores.
Por otra parte hemos llegado a «odiar», las interminables paradas para los controles policiales, los insufribles reductores de velocidad, los malolientes lavabos de carretera y la perseverancia de los taxistas en cuanto bajas en una estación para que subas a su coche.
El transporte en autobús por Irán resulta cómodo, barato y práctico, sobre todo si viajas en los denominados VIP.
Todo un lujo al alcance. Los precios pagado han ido desde los 6€/persona en este trayecto de Isfahan a Yazd, hasta unos 12€ en los más largos, ¡algunos con cena incluida!
Es media tarde cuando llegamos a la estación central de autobuses de Yazd donde nos espera nuestro nuevo anfitrión de couchsurfing, Mohsen, un farmacéutico que nos cede una casa tradicional en pleno corazón de la ciudad vieja de Yazd.
Saluda primero a Carmelo, a quien da la mano. A mi me pide disculpas, no me toca.
«Sorry Eva, I’m muslim», me dice mientras se lleva las manos al pecho. Esto ya nos ha ocurrido alguna vez a lo largo del viaje, pero no causa ningún tipo de problema, lo respeto.
No tenemos fotos junto a él, no es muy amigo de ellas. También lo respetamos.
Gracias a su amabilidad, al venir a buscarnos, nos ahorramos el taxi. Descubrimos junto a él, un lado amable y tranquilo en la conducción iraní.
Mohsen ríe de una manera muy divertida e inevitablemente contagiosa. La estación de autobuses de Yazd está bastante lejos de la ciudad vieja, a tres cuartos de hora en coche. Tenemos tiempo para conversar un rato con nuestro anfitrión quien habla básicamente de su afición por el Barça.
El viejo Saipa de Mohsen se adentra en la parte moderna de Yazd. El cielo tiene una extraña mezcla de colores entre marrón, ocre y gris.
Nos dice que la tormenta no tardará en llegar a la ciudad. lo mejor que podemos hacer es quedarnos en casa. El aire se hace irrespirable, el viento es muy fuerte y la arena se mete hasta en el más recóndito rincón de las casas, de los cuerpos, ¡de las cámaras!
En ese momento entro en modo pánico.
Tras unas cuantas avenidas, llegamos a la ciudad antigua de Yazd. Traspasamos una bellísima muralla de adobe y nos topamos con el bosque de badgirs (torres del viento).
Una tras otra, nos salen al paso las sabbats (calles del viejo Yazd).
El viento empieza a hacer de las suyas. Se aprecia en las vestimentas de las mujeres y niñas. Sopla tanto que hace prácticamente imposible mantener los hiyabs y los chadors de color negro en su sitio.
Yazd crea en mi una desconocida sensación. No hubiera podido estar aquí sin Carmelo, quien está completamente abstraído con la peculiar arquitectura de la vieja ciudad que recuerda a lugares de película como Star Wars.
Mis viejos temores y mi sufrida claustrofobia están en alerta. Las callejuelas, la sensación de no saber dónde estoy, de cómo puedo salir de aquel laberinto, la constante amenaza de una tormenta de arena que nos viene persiguiendo desde hace unas horas, ¡todo me invita a salir corriendo hacia no sé donde!
No me queda otra que confiar en nuestro anfitrión de couchsurfing quien se maneja perfectamente por estas calles.
Tras las ciudades subterráneas de Niasar, Yazd se ha convertido en un nuevo reto en mi lucha personal para superar la claustrofobia.
Carmelo me coge de la mano, me dice: «tranquila«, y su sonrisa puede con mis nervios, con mi ahogo interior y mis fantasmas. Mi otro gran compañero de viaje, Pipo, me mira y también sonríe.
La vieja ciudad de Yazd se convierte de repente en un viaje introspectivo, tanto para Carmelo como para mi.
Quizás, el impacto de la primera semana en Irán, donde hemos estado siempre acompañados, mimados, cuidados, se aleja de esta nueva etapa en nuestro viaje, donde estamos por primera vez solos.
No puedo evitar pensar en Clara, la viajera madrileña que hemos dejado en Isfahan quien también comienza su aventura sola, me parece una heroína. Su valentía como mujer y como persona me dan fuerzas.
Consigo calmar poco a poco mis temores. Se van transformando en un suave cosquilleo en el estómago ante la curiosidad de un nuevo lugar, de un nuevo destino del que no sabemos absolutamente nada.
¡Perdón, si qué sabemos algo! Venimos aquí en busca de Zoroastro (Zaratustra para occidente). ¡Algo es algo!
Con la cabeza inmersa en miles de pensamientos, de sensaciones e imágenes no me doy cuenta que ya hemos llegado. Estamos en el corazón de la vieja ciudad.
La emoción nos supera, emulamos a Napoleón cuando dijo a sus soldados frente a las pirámides: «soldados de Francia, cuarenta siglos os contemplan».
A nosotros nos contemplan calles, casas y edificios donde dejaron huella Alejandro el Magno o Marco Polo, entre otros.
Moshen nos conduce a través de un callejón tremendamente estrecho hasta la puerta del nuestro alojamiento los próximos tres días.
El lugar es una casa tradicional de la vieja ciudad. Un patio divide dos estancias y un lavabo «tradicional», llamado así para diferenciarlo de los sanitarios o váteres occidentales. Aunque en este caso, la zona de ducha y el retrete están separados.
La casa se está rehabilitando, hay zonas sin acondicionar y el patio parece una jungla con hierbas y parras ocupando todo el espacio, pero a nosotros nos parece el más maravilloso de los palacios.
Evidentemente, nos toca dormir de nuevo en el suelo, con un largo cojín como pseudo-colchón, ¡nuestros cuerpos empiezan a acostumbrarse a este tipo de cama!
Dentro hace mucho calor, abrimos ventanas que están protegidas por mosquiteras.
En cuanto nos instalamos, Mohsen tiene que marcharse, la familia le espera para cenar, no puede quedarse con nosotros. Será el único de los anfitriones del que no conoceremos su vida personal.
No volveremos a verlo hasta tres días después cuando regresa para recoger su llave.
Así, por primera y única vez, pasamos tres días solos en Irán. Comeremos fuera, en restaurantes o puestos de comida callejeros. ¡Comienza, una nueva experiencia!
En la plaza que hay junto a nuestro callejón dejamos a Mohsen y su viejo Seipa. La temida tormenta de arena no ha hecho acto de presencia, aunque el cielo está de un color extraño.
Toca hacer una incursión por los alrededores de la casa. Un pequeño parque donde hay niños jugando llama nuestra atención.
La plaza parece sacada de cuentos de las mil y una noches por su especial arquitectura, algunos edificios de adobe vuelven a recordarnos a viejas películas de ciencia-ficción.
Es como si un escultor de arena de playa hubiera llegado hasta Yazd, llenándola con sus obras.
El excepcional patrimonio y la delicada arquitectura de Yazd tiene un porqué, poco a poco iremos conociéndolo.
Más adelante nos sorprende un bello conjunto de badgirs (torres del viento) junto a un depósito del agua.
Nuestra curiosidad nos arrastra hacia una nueva calle, una nueva plaza, un angosto y sombrío pasadizo. Encontramos un hotel, un precioso y modesto oasis en medio de la ciudad vieja.
El viento sopla con más fuerza. Minúsculas gotas mezcladas con barro empiezan a caer.
Entramos al Kohan Hotel, su encargado nos invita a disfrutar del jardín. ¡No se vayan sin subir al tejado! nos indica. Antes que se dé cuenta, subimos las empinadas escaleras hacia el cielo.
¡Uauuuu! Nos quedamos emocionados, impactados. Yazd desde los tejados es impresionante, pero más impresionante es el cielo que tenemos encima.
La lluvia comienza, sentimos por primera vez algo de frescor en pleno desierto. Estamos emocionados, aunque yo sigo un tanto temerosa.
Carmelo empieza a grabar, yo hago fotos. De repente una bandada de pájaros pasa sobre nuestras cabezas volando rápido, escapando del viento.
Al mirar hacia el otro lado, descubrimos lo que ha hecho huir a los animales…
Sin apenas tiempo para reaccionar, la tormenta de arena nos engulle. Todo pasa tan rápido que no nos da tiempo a salir de la azotea del hotel.
Las cámaras, mi pañuelo, la ropa, nuestros cuerpos y sobre todo los ojos y oídos se llenan de pequeñas partículas. Se hace un poco complicado respirar.
Menos mal que la puerta la tenemos cerca, con un rápido movimiento entramos al hotel. ¡Siento que mi corazón se me va a salir del pecho!
Carmelo está entusiasmado, gritando me dice, ¡La tengo, la tengo! Yo no puedo ni reaccionar, me tiembla todo el cuerpo, siento unas irremediables ganas de salir de allí, pero no puedo.
No sé que es lo que tiene. Me imagino que quiere decir que ha grabado el momento en el que viento y arena nos engullen y, en su avance, hacen desaparecer la ciudad. La imagen ha quedado congelada en nuestra memorias para siempre.
Spoiler: ya adelantamos que finalmente las imágenes no se grabaron porque la rapidez de la tormenta hizo que Carmelo diera al rec antes de tiempo, ¡ohhhhh!
Bajamos a la recepción, todos los trabajadores del hotel corren de un lado a otro cerrando puertas y ventanas.
Nos refugiamos en el pequeño patio del Kohan junto a otros huéspedes que contemplan la escena con el mismo asombro que nosotros.
¡Al final, la tormenta de arena nos da la bienvenida a la enigmática y fascinante Yazd! Y ahora sí, comienza una nueva aventura, no dejes de mirar nuestro vídeo a continuación.
Yazd, la ciudad de las Torres del viento y Zaratustra en Irán
Vídeo versión 3D
Ah, bien, Carmelo sí que estaba! Porque en el vídeo solo se le veía el palmito a Eva 😉 ayer lo vi en vuestro canal, os voy siguiendo por Irán. No sé si voy a poder viajar el año que viene, que estoy bastante pocha, pero ya estoy tomando muchos apuntes.
Lo de darse la mano entre hombres y mujeres no es solo cuestión de musulmanes, los judíos tampoco lo hacen. Y los musulmanes, depende; en Palestina encontré hombre que sí me saludaban. Creo que tu actitud es la más normal del mundo: cada uno tiene sus costumbres, y a donde fueres, haz lo que vieres. La gente no vive para ofender a los demás con sus tradiciones.
Gracias por compartir vuestras aventuras!
Gracias a ti por el comentario!. jaja tienes razón, Carmelo sale poco, aunque siempre intento compensar mi protagonismo en los vídeos (que por cierto son de su autoria) con fotos de él.
viajar es interiorizar otro tipo de culturas y costumbres, quien no lo entienda así, lo tendrá difícil. Un abrazo amiga!
Buf!!! Que buen rollo que me dio esta ciudad. La ciudad antigua, toda de barro me pareció encantadora. tomamos uno de los mejores narguilés y te de menta que hemos tomado en nuestra vida. Y luego, el tema del zoroastrismo, del que casi no conocíamos nada. Estuvimos también en la casa de la fuerza, muy interesante. Le deciamos, un post a Yadz. Preciosa.
Gracias por recordarnos este maravilloso país!
De nada Jordi! Yazd se merece miles de post. Posiblemente porque es muy diferente a todo lo que hemos visto hasta ahora y porque conserva su identidad y tradiciones.
gracias a ti por tus comentarios.
Abrazos, Eva y Carmelo
Cada vez que leo tus post sobre Irán tengo más ganas de conocerlo.
A ver si puede ser dentro de poco!
Saludos 🙂
Pues nos alegra inspirar ganas de viajar a un país! Ya sabes que si te animas, Carmelo y yo te daremos buenos consejos! Gracias por tu comentario Vero!